Cuando un lugar te envuelve mágicamente, sabes que tienes que volver. Y esa sensación fue la que me dejó Zanzíbar, ubicado en uno de los paraísos de los restaurantes, Borderío.
Ya que la consigna del restaurante es “cocinas del mundo”, me atreví a invitar a alguien que tuviera kilómetros de vuelo internacional, técnicamente hablando. Y fue así como invité a mi hermana, quien ha tenido la fortuna de viajar y comer por varios rincones del orbe.
Cuando te bajas del auto, ya sientes esa brisa armoniosa y culinaria que te entrega el sector. Cientos de paraguas de todos colores fueron nuestro techo protector mientras dábamos con Zanzíbar. Al llegar, las luces de sus lámparas colgantes y los alegres pero a la vez sobrios colores de su decoración, te fascinan. Es probable que no escuches la voz de la anfitriona que te da la bienvenida por estar mirando boquiabierto hacia todos lados. ¡Es muy lindo!
Subimos al segundo piso y nos acomodamos en unos pouf casi a ras de suelo con la mesa en su perfecta altura, al más puro estilo marroquí. Fuimos atendidas por Ilich quien nos introdujo en la propuesta del restaurante, contándonos que en su cocina se podían encontrar las mejores preparaciones de platos de Tailandia, Marruecos, Francia, China, Japón, Isla Zanzíbar, Perú y Brasil.
Comenzamos lo bueno: la comida. El puntapié inicial lo dio la “Trilogía Zanzíbar”, de la casa, compuesta por (se vale imaginar) empanadas Lamu de Tailandia, Satay de ave de Indonesia y Kebabs de Cordero del Medio Oriente con sus salsas de yogurt maní y leche de coco. Decir que ese cordero estaba impresionantemente rico, es poco. Y lo demás no lo hacía nada de mal. ¡Recomendada!
El plato que vendría a continuación tenía la gran tarea de llamar nuestra atención, ya que con mi comensal, seguíamos hablando del cordero. Los “Nems de Vietnam” hicieron lo suyo. Esos rollitos tan perfectamente armados relleno de ave, calamar y camarones…¿sigo?
Todavía no terminábamos de saborear los nems cuando aparece ella, sensual y delicada, una bailarina de la danza del vientre que nos deleitó a todos con su potente y coqueta mirada (directamente a los ojos) y con los movimientos de sus caderas. Fue mejor que un sorbete para neutralizar nuestro paladar.
Para no alargarme más, porque de seguro ya quieren agarrar sus cosas y partir a Zanzíbar, les cuento que terminamos con una “Trilogía de Causas”, de Perú, algo conocido, pero que queríamos probar en otro lugar. Acompañadas de un buen vino, nunca fallan.
Pero no todo terminó ahí, no señor. Jamás un sibarita debe irse sin llevar a sus aposentos, quiero decir boca, algún manjar dulce de la carta y eso es ley. Como los chicos del restaurante son tan amables, nos prepararon una degustación de 4 de sus más ricos postres. Tomen nota: “Quindim de coco”, “Brownie de chocolate”, “Tarta de Maracuyá” y “Sabayón de Berries”, con frutos rojos macerados al casis en sabayón de champagne con helado de mascarpone, directamente desde Italia. ¡Mamma mía!
Lo mejor de todo esto, es que no será sólo un sueño, estos sabores y platos sí existen, en serio. ¿Les digo dónde? Pues en Zanzíbar, que está en Monseñor Escrivá de Balaguer 6400, local 6, Vitacura. O más fácil aún, en el corazón de Borderío.
Probablemente es de lo mejor de este sector gastronómico, no lo sabemos, pero de que nos dejó contentas, nos dejó contentas. Y llenitas. Esperamos la pronunciación de los otros restaurantes para que le roben la ubicación de oro que le otorgamos a Zanzíbar.