El Barrio Bellavista es conocido por ser un centro de diversidad turística, bohémica y gastronómica. Pero este barrio no sólo se compone de las calles Pio Nono y Constitución, no. Existen decenas de esquinitas que sencillamente dejamos olvidadas sin saber que probablemente nos estamos perdiendo de vivir una gran experiencia.
Y esa fue la sensación que me dio cuando conocí Azotea Matilde; ubicada en una esquina por la que había pasado tantas veces -Antonia López de Bello con Chucre Manzur - y ni siquiera me había dado por enterada de que allí se emplazaba un rincón de comida miscelánea con vista panorámica a la ciudad. Claro que no es tan sencilla de verla ya que, como su nombre lo indica, está en el último piso de un edificio. Abierta hace algunos meses, debe su nombre al último amor de Pablo Neruda, su tercera esposa Matilde Urrutia.
Una anfitriona nos recibió amablemente (a mí y a mis compañeros) y, luego de anunciar nuestra llegada por radio a quienes se encontraban arriba, nos indicó que debíamos tomar el ascensor para llegar a Azotea Matilde. El viaje duró algunos segundos y nos permitió adquirir una sensación de ansiedad bastante agradable, ya que no sabíamos con qué íbamos a encontrarnos cuando se abrieran las puertas.
La azotea se viste con una decoración que mezcla mucho verde, madera en el techo y luces de girnalda, que provocan que te sientas acogido, cómodo, listo para gozar lo que allí se vive. Un balcón con vista a la ciudad es el telón de fondo que acompaña a todos quienes suben (literalmente) hasta Azotea Matilde a disfrutar de un rico trago y un buen plato de comida.
Y así, tuvimos la exquisita oportunidad de probar parte de su carta. Comenzamos por un fresco y contundente “Ceviche Matilde”, que abrió nuestro paladar para un plato con más cuerpo. Seguido del ceviche, llegó a nuestra mesa un “Pastel de Jaiba” posado perfectamente sobre grandes champiñones a modo de plato contenedor. Una delicia. El sabor de la jaiba estaba allí, mezclándose sutilmente con ese amargor suave de los champiñones.
Pero faltaba más, el broche de oro, el caballito de batalla de Azotea Matilde; un “Atún Sellado” con mix de sésamo acompañado de quinoto (quínoa chilena preparada como risotto). Personalmente el atún no es un pescado de mi preferencia, pero tenía una textura y sabor tan delicioso que en adelante lo tendré más en cuenta a la hora de salir a comer.
Darío Fernández es el chef detrás de estas ricas creaciones. Según sus palabras “nuestra carta es arriesgada, pero hemos acertado”, ya que tienen un abanico de posibilidades gastronómicas para satisfacer a todos los paladares. Además, los platos son bastante accesibles para el bolsillo.
Y no podíamos irnos sin antes visitar la barra, por supuesto. Para un sibarita esto es fundamental. Un panel lleno de botellas de licor de todos los sabores y colores se muestran majestuosamente esperando ser bebidos. Primero, y por ser de la casa, probamos el “Mojito Matilde”, básicamente con la misma receta que en todos lados pero con un adicional de pomelo y reducción de frutas rojas. También probamos el “Profitecario”, hecho con gin Hendrick, jengibre, limón, jugo de frambuesa y ginger ale, ideal como aperitivo en una tarde de calor. Pero el que realmente llamó nuestra atención fue el “Apiosca” que, como su nombre lo dice, está preparado con jugo de limón, vodka Finlandia, un golpe de soda y apio. Sí, apio. Queda exquisito. Recomendado ciento por ciento.
Y quienes no beben alcohol también tienen alternativas, no crean que todo es beber para emborracharse, no. Hay cervezas y jugos como el “Vitamina Fresh” para los que prefieren esta opción.
Nuestra experiencia en Azotea Matilde fue muy grata y la viviríamos una y mil veces. Pero debo decirles que para tener la suerte que tuvimos de estar ahí, el ingreso es por orden de llegada, así que ordenen bien sus horarios y lleguen a una hora prudente para poder disfrutar de todo lo que nos ofrecen. Podría decir que a eso de las 19:30 es una buena hora para encontrar una mesa. Ahora, si no tienen problemas en esperar, mucho mejor, porque no se van a arrepentir.