A pocas cuadras de playa Brava, se ubica este pintoresco local, Santorini, sacado de una pincelada de postal de la isla volcánica que lleva su nombre. Sus espacios son abiertos y de relajado ambiente albo, ideal para parejas o familias, lo cual le sienta de perilla al calor veraniego de Iquique.
En este comedor el concepto es slow food y se nota. Su propietario, Aris Bouras, lo hace sentir desde principio a fin. La idea es comer con atención, en especial, valorando la calidad y con ello, teniendo en cuenta la procedencia de las materias primas y el modo de cocinarlas. Sin reloj en mano.
Por su lado, el horno de barro es el rey de la casa y se ubica en un sector preferente para recuerdo de niñez de Aris. En él se guisa con fogoso cariño de hogar panes, pescados y carnes, que salen a punto incursionados con sazones y aceites.
En el olimpo, el chef Wilysario Calizeyo, nos agasajó con una cortesía de la casa consistente en un mix de panes con verduras frescas, aceitunas con salsa de betarragas y pesto de albahaca, además de cous cous. Ello amenizado por un fresco Pisco sour y Mojito a la Santorini. Agradable para capear las temperaturas estivales.
Mientras esperábamos, nos sorprendieron con unos cafés helados a la griega, algo poco usual en nuestras costumbres “chilensis”. Pero créame que resultó todo una sorpresa.
Seguido disfrutamos de unos Dakos, preparación a base de pan, con un revuelto de tomates, aceitunas, queso feta, cilantro y rúcula, muy en la onda del causeo. Una Cabrilla a la griega. (Perka), pescado asado que mantenía buena ternura y punto de cocción con todos los aromas a hierbas y cítricos utilizados en su cocción. Un deleite para los sentidos. Finalmente, degustamos un Cordero pampino con papas al romero y limón. Aquí el sabor del ahumado del horno se hizo presente en toda su expresión, tonificado por el cítrico.
Y un festín de dioses, no podría culminar si una tanda de postres, y de los buenos, al puro estilo Santorini, consistentes en un Napoleón casero, un Yogurth griego y una Carpuseña que, sin duda, elevaron los sentidos y placeres al máximo en una verdadera olimpiada para golosos.
Destacamos las copitas de Ouzo que nos sirvieron, un licor anisado de origen griego con fuerte sabor dulce y olor a regaliz. Además de manejar un catálogo de vinos tradicionales y de especialidad, que merecen atención.
Se nota la propuesta de una cocina franca que interpreta el gusto relajado de quien la propone, que le dan un toque especial a una puesta distinta en el norte de nuestro país.
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