Alcohuaz, último pueblo del Valle de Elqui, tiene a los pies de su pre-cordillera un lugar único donde descansar, escapar de la rutina y comer muy rico. Casona Distante es este espacio, el cual alberga a sus visitantes con la armonía y energía más genuina de este hermoso rincón del mundo.
Este Hotel-Restaurant nace hace diez años, cuando Ricardo Miranda y su esposa, Rina Erler deciden restaurar esta casona de 1943, construida en adobe por el abuelo de Ricardo. Luego, dicha casona la conservó su padre, quien se dedica al predio y a trabajar la tierra y la uva.
Al llegar a Casona Distante nos recibió su chef, el argentino Claudio Giacconi, quien nos enseñó el lugar, con sus ocho habitaciones (todas con baño privado), sala de estar, cuarto de masajes, observatorio y, por supuesto, el restaurant. Todo muy rústico, en adobe- madera, con muchos detalles decorativos y con una grandiosa chimenea que permanece viva durante todo el invierno, lo que lo convierte en un lugar muy cálido y apacible.
Luego de recorrer el pueblo y maravillarnos con la cordillera nevada y los distintos azules que nos regala el cielo al atardecer, llegó el momento de apreciar las preparaciones de su restaurant, el cual presenta una sencilla carta, con precios accesibles y una cocina de autor que pone en valor los productos regionales.
Iniciamos esta experiencia con un delicado Carmenere 2015 de Viña Falernia y una entrada equilibrada de Empanadas Compañeras -entraña picada a cuchillo y humita con pollo- más un shot de salsa criolla, similar al tradicional pebre y una fresquísima Ensalada de Verdes con palta, salmón curado, almendras tostadas y queso de cabra maridado con emulsión de sésamo.
Nada más relajante que cenar al lado de la chimenea, disfrutando el jazz de Peggy Lee, Tony Bennett y Julie London de fondo. Con las preparaciones principales, nos inclinamos por las pastas. Raviolones de Ossobuco Borrachos con vino tinto y esencias y unos Sorrentinos del Campo, rellenos de calabaza dulce, ricota, miel de abeja y más, ideal para quienes no comen carne.
Cada noche, Casona Distante es ideal para contemplar las estrellas y el cosmos, en cómodas reposeras, con una mantita abrigadora y el sonido del rio y los pájaros nocturnos. Además, no existe contaminación lumínica que entorpezca este grandioso espectáculo natural y que sólo algunos lodge pueden entregar a sus huéspedes. Magnífico.
9:00 am. Despertar en Casona Distante. Descansados, relajados y contentos con la energía y resplandor del sol elquino. Claudio y Delia, su asistente, nos esperaban con el “Desayuno Casona”, muy sano y natural. Junto a la chimenea y su calorcito mañanero, disfrutamos cereales, queque con brownies, yogurth, mermelada, miel, mantequilla,frutas de estación, pan amasado calentito, granola, jugo natural de piña y té remojado con canela y cardamomo. Desayuno completísimo, hogareño y hecho con mucho cariño.
Casona Distante, es un ecolodge perfecto para regalarte un gran descanso y desconectarte de todo lo que implica vivir en la ciudad. Sus habitaciones single, dobles y triples son lindas, impecables, cómodas y también muy rústicas en su estructura.
La experiencia es para visitantes solos, con pareja, familia y/ o amigos, a quienes se les crea un programa especial si así lo desean. Cena romántica, terapias corporales, observación astronómica, piscina, paseos en bicicleta, lugares de descanso, sala de estar y juegos de mesa, asados, cena por paso o maridaje de cuatro tiempos y jornadas con coach, son parte de los servicios que pueden disfrutar en este especial hotel, el cual siempre tiene sorpresas para sus huéspedes.
Importante también señalar que sólo existe telefonía móvil en lugares específicos de Casona Distante e internet sólo de una compañía, por lo que el lugar es de retiro y descanso casi total. “En Casona Distante tenemos flexibilidad de servicios, pues queremos que nuestros visitantes se sientan como en casa”, señaló Rina Erler, administradora de este ecolodge.
El viaje a Casona Distante es una aventura de principio a fin. Casas antiguas, cerros, viñedos, cielos 100% puros, gente amable, animales, la energía única del Valle de Elqui y la hospitalidad de Claudio y Delia, hicieron que esta visita fuera inolvidable. Una memorable experiencia para volver y repetir.
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Fotografías: Sebastián de la Barra para Chile Gastronomía